LUNES, 04 DE ABRIL DE 2011 GERARDO HAREWOOD
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balneario “La Fortuna” el cuerpo semidesnudo de Beatriz Zulimar Cabrera (17). De la cintura del cadáver pendía un mecatillo atado a una roca con poco menos de un kilogramo de peso, con la cual se pretendió mantenerla sumergida para siempre en las profundidades del río Caroní.
Cuando el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) realizó el levantamiento no se notó, a simple vista, heridas o cualquier otro indicador que determinara cómo ocurrió el homicidio perpetrado -seguramente- la noche del viernes o la madrugada del sábado.
La pareja de Cabrera, Leomar Subero Hernández (16), estaba desaparecido; pero momentos después, según información de última hora, fue hallado en la mencionada laguna. Al parecer el cuerpo también flotó.
Lo cierto es que en un bohío, próximo a la mencionada laguna, hallaron una colchoneta y un machete, tal vez el arma utilizada para agredirlos, llenos de sangre. El crimen tuvo lugar en un fundo del sector denominado “La Fortuna”, adyacente a la vía El Retumbo, justo frente a la vivienda donde residían.
Charcos de sangre
El viernes en la noche, la pareja se dirigió al terreno a dormir porque les molestaban las picaduras de mosquitos que habían en la casa. La madre del muchacho, María Hernández, indicó que horas antes de irse a la cama él ingería bebidas alcohólicas con dos personas conocidas como “Guyanés” y “Elvis”.
Familiares fueron a buscarlos el sábado en la mañana y en su lugar avistaron sus prendas de vestir y dos charcos de sangre. “También vimos la colchoneta y el machete ensangrentados, luego los empezamos a buscar por todos lados”. No dieron con la pareja y se marcharon.
La tarde de ese mismo día los parientes regresaron al fundo. Alguien -presumen se trate de los propietarios- había limpiado los rastros de sangre. “Nosotros no conocemos a los dueños de esto y tampoco aparecen”, dijo la mujer. Familiares de las víctimas notificaron la desaparición ante los organismos de seguridad.
Fue el domingo en la mañana cuando avistaron a Beatriz Zulimar flotando en la superficie del río. El hallazgo lo hizo Julio Guapez, cuñado de la víctima, después que decidieran retomar la búsqueda por cuenta propia. Horas después localizaron a Leomar Subero Hernández
Colectando evidencias
Funcionarios de la Policía Científica arribaron al lugar de los acontecimientos al mediodía, logrando recabar pruebas que permitan esclarecer este caso. Mientras tanto, iniciarán la búsqueda del dueño de la propiedad para que emita algún tipo de pronunciamiento en torno al caso.
Se pudo conocer que los infortunados eran provenientes de San Félix y vivían en el sector La Fortuna desde hace dos meses. Ambos tenían una “barraquita” ubicada en la parte trasera de la vivienda de María Hernández, madre del muchacho.
La muchacha se desempeñaba como ama de casa, mientras que él era pescador de la zona. No tenían hijos y, según sus familiares, no se les conoció problemas con nadie. Organismos policiales determinarán, en el transcurso de las investigaciones, la causa y el responsable del crimen.
¿Crimen perfecto?
Expertos aseguran que no hay crimen perfecto. El o los responsables incurrieron en maniobras propias de asesinos seriales para disimular los hechos y no ser descubiertos.
Esta situación se puede evidenciar en el ocultamiento del cadáver, intentando que permaneciera en las profundidades atado a una piedra; no obstante, en el lugar del crimen quedaron muchas evidencias como los charcos de sangre, el machete y la colchoneta ensangrentados.
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