martes, 1 de marzo de 2011

Prostitución: un problema de convivencia en el municipio Caroní

31 de enero 2007.Natalie García
www.correodelcaroni.com

Prostitución en Guayana cobra cada día más fuerza, el auge de los locales nocturnos y la ausencia de una legislación que regularice este tipo de actividades "pone de moda" una ocupación que según la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) no es tal, sino una manera de esclavitud ya que, "es una violación de los derechos fundamentales de la persona humana enunciados en particular en la Declaración Universal de los Derechos Humanos".

Este tema ha sido tocado en innumerables oportunidades, sin embargo, nunca está demás hacer un análisis de la situación real que padece el municipio Caroní en cuanto a este problema.

Desde siempre ha existido la prostitución en la ciudad, pese a ello, en los últimos años este tipo de "mercancía" ha salido a las calles significando un cambio en los valores de los habitantes y una desmejora en las condiciones de vida de las personas que viven ejerciendo "la profesión más vieja del mundo".

Realidad al alcance de todos

Cualquier conductor que pase por el final de la avenida Las Américas o por la vía principal de Castillito después de las 11:00 de la noche puede observar cómo "transformistas" y prostitutas, algunas de ellas menores de edad, se exhiben en plena vía pública.

"La calle es de todos", reza un dicho popular, pero la falta de una legislación que ponga límites a la ocupación de estas mujeres, convierte el escenario en un hecho normal que no debería ser considerado así.

La Plaza Bolívar, la avenida Cisneros, el semáforo de El Roble son otros de los tantos puntos usados por las meretrices para comercializarse. Lo dramático de este asunto es que se exponen a muchos riesgos y, en vez de tener una calidad de vida que les permita existir de una manera digna, caen en los vicios o son víctimas de las maldades de otras personas.

Historias de la calle

Durante un recorrido nocturno por las calles guayacitanas, el equipo de Correo del Caroní pudo constatar la realidad que padecen algunas meretrices y los problemas con los que conviven a diario, caminando por las vías de la ciudad a la espera de un cliente.

Una de esas tantas mujeres, a la que llamaremos "María" para resguardar su identidad, comentó que se había iniciado en ese mundo después de verse abandonada por su esposo cuando apenas tenía 18 años. "Empecé porque mi esposo me abandonó y yo tenía dos niñas pequeñas, él se fue y nos dejó sin nada, entonces tuve que echarle sola para no pasar hambre", dijo.

Por otro lado, afirmó que no le molesta trabajar en la calle, pero sólo lo hace por "necesidad", algunos días de la semana, generalmente viernes y sábado que son los días más "movidos" para hacer dinero.

"Yo trabajo con clientes conocidos, ya a esta edad (42 años) tengo una cartera de clientes, me paro en la calle para ver qué sale, pero no me voy con cualquiera, porque me da miedo que me hagan algo, a veces me dicen para irme en grupo yo digo que no, es peligroso", expresó.

Mientras relataba su historia la meretriz, recalcó que lo que más temor le producía era la idea de que algún cliente le hiciera daño, al preguntarle si en eventos anteriores sufrió lesiones o fue maltratada aseveró que "gracias a Dios no", pero no deseaba que nada malo le ocurriese, porque veía la situación de la calle muy distinta a cuando deambulaba años atrás.

"Antes no había problemas, ahora no. Hay muchos malandros, gente mala que quiere hacer daño, ya no se puede caminar, uno no sabe sí la están esperando para atracarla o qué le van a hacer a uno", manifestó en relación al clima y las condiciones de inseguridad que vive, estando en las calles.

Cruel realidad

Como estos casos hay más, por una u otra razón las personas se venden a fin de lograr dinero fácilmente, lo peor, que son mayores las decepciones y los fracasos, que la remuneración económica que consiguen, si no se contagian con una enfermedad caen en la drogadicción o el alcoholismo, al final siguen sintiéndose desdichadas y tienen aún más problemas que antes de iniciarse.

Cabe destacar que también las menores se están dedicando a comercializar sus "bondades". Según el testimonio de varias mujeres, en los últimos meses, se han sumado al "mercado" un grupo de niñas que se dedican a venderse para poder pagarse sus vicios, la mayoría de ellas son indigentes en el día y prostitutas en la noche. Todo esto ocurre sin que las autoridades tomen medidas para detener esta situación.

Visiones encontradas

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el uso de menores de edad y de mujeres para la venta de sus cuerpos como mercancía sexual, así como la producción de pornografía o actuación pornográfica, son "las peores formas de trabajo", aunque la definición de trabajo no sería la definición más apropiada para este contexto.

Pese a esta afirmación, hay distintas visiones.

De acuerdo con un enfoque feminista, las mujeres que venden sus cuerpos lo hacen porque tienen la libertad de decidir qué hacer con su sexualidad, por otro lado hay una segunda opinión, también abanderada por las feministas, la cual asegura que ofrecer servicios de índole sexual viola la dignidad de las mujeres que se dedican a comercializar sus cuerpos, porque la misma sociedad les ha negado o dificultado el acceso al mercado de trabajo y a la igualdad de oportunidades.

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